+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo 5, 13-16
Jesús dijo a
sus discípulos:
Ustedes son
la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a
salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad
situada en la cima de una montaña. Y no
se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la
pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.
Así debe
brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que
ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo.
COMENTARIO
Decreto
sobre la actividad misionera de la Iglesia (Ad Gentes), 35-36Concilio Vaticano II
“Ustedes son la sal de la tierra… ustedes son la luz del mundo”
Como la
Iglesia es toda ella misionera y la obra de la evangelización es deber
fundamental del Pueblo de Dios, el Concilio invita a todos a una profunda
renovación interior, a fin de que, teniendo viva conciencia de la propia
responsabilidad en la difusión del Evangelio, acepten su participación en la
obra misionera entre las gentes… Todos
los fieles como miembros de Cristo vivo, incorporados y asemejados a él por el
bautismo, por la confirmación y por la Eucaristía, tienen el deber de cooperar
a la expansión y dilatación del Cuerpo de Cristo para llevarlo cuanto antes a
la plenitud (Ef 4,13).
Por ello,
todos los hijos de la Iglesia han de tener viva conciencia de su
responsabilidad para con el mundo, fomentar en sí mismos el espíritu
verdaderamente católico y consagrar sus energías a la obra de la
evangelización. Sepan todos, sin embargo, que
su primera y principal obligación en pro de la difusión de la fe es vivir
profundamente la vida cristiana. Pues su fervor en el servicio de Dios y su
caridad para con los demás aportarán nuevo aliento espiritual a toda la
Iglesia, la cual aparecerá como estandarte levantado entre las naciones (Is
11,12), “luz del mundo” y “sal de la tierra”.